Últimas horas matinales de un día de entre semana. Mi chica y yo revolvemos las sábanas en un frénético cuerpo a cuerpo. Estoy encima de ella, jodiéndola con ganas. Nos chupamos el uno al otro mientras empujo duro entre sus piernas. Sexo sucio.
De repente suena su móvil. Insistente. Le digo que no lo coja, pero no me hace caso.
Es una de esas teleoperadoras de voz monótona. Le ofrece un móvil nuevo de tecnología táctil si prorroga su contrato 18 meses más. Odio las llamadas inoportunas. Las odio desde siempre, no las soporto. La cosa viene de lejos... mi primera vez. Ella se llama Laura, tiene un cuerpo hermosísimo, curvilíneo como a mi me gusta. Una tetas fantásticas, rizos que le caen hasta los hombros, una casa para follar y hoy soy yo el invitado. Como ahora, yo estoy encima y suena el puto teléfono. Por supuesto no lo cogí.
Ahora mi chica escucha concentrada la voz profesional al otro lado de la línea. Se queda inmóvil, pensándoselo. Yo la miro atónito. En su situación ya me hubiese reido, se me habría quebrado la voz al contestar, pero a ella no. Mi chica responde tranquila, de forma clara y concisa, sin reflejar ninguna emoción. ¿Cómo cojones puede hacerlo? ¡Tengo mi polla dentro de ella! Ahora quiero alterarla, cosa nada fácil, acelerarle la respiración, entrecortarle la voz, ponerla en evidencia. Que al otro lado de la línea se enteren de la fiesta.
Comienzo a follarla despacio, acariciando su cuerpo. Mis manos rozan apenas sus tetas y bajan hasta su entrepierna. Está mojadísima, ¡pero sigue hablando tranquilamente con la teleoperadora! En ese momento pienso que todo esto sería una buena historia para el blog. Me río de la idea y trato de volver a la realidad. Como decía, ella está mojadísima. Empiezo a masturbarla suave mientras la follo cada vez más duro. Ella al teléfono y sus tetas moviéndose al compás de la jodienda...
La situación me la está poniendo muy dura, ella lo nota y me sonríe, pero prosigue su cháchara con la compañía. Hasta me pone la voz de la teleoperadora. Se me figura una tía maciza, de caderas anchas y tetas rotundas...
La situación me la está poniendo muy dura, ella lo nota y me sonríe, pero prosigue su cháchara con la compañía. Hasta me pone la voz de la teleoperadora. Se me figura una tía maciza, de caderas anchas y tetas rotundas...
La conversación termina por fin, tan rápido como empezo, y después de reirnos a gusto lo retomamos donde lo dejamos.
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